THE 80 ́s NOW

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Los Cazafantasmas (1984)

A veces las producciones cinematográficas juegan sucio, y es que es horrible y despiadado que usen la nostalgia para captar espectadores con una cierta edad. No digo que me parezca mal, ni que no muerda el anzuelo cada vez que a un gran estudio de cine le da la gana de endiñarnos una película que homenajea a un tiempo pasado, ya sea el cine de los setenta, los ochenta o lo que sea, pero sigo pensando que emplear la más pura e inocente nostalgia en pos de hacer taquilla es un juego sucio. Agradablemente sucio, sí, pero sucio a fin de cuentas.

grindhouseYa lo hicieron Quentin Tarantino y Robert Rodríguez con Grindhouse allá por el 2007, trayendo de vuelta el espíritu del cine retro más casposo, gamberro y despreocupado, y la realidad es que se trata de una tendencia que en mayor o menor medida se lleva practicando desde hace décadas, pero actualmente parece haberse incrementado debido, muy probablemente, al poco o nulo interés de los grandes estudios en apoyar ideas innovadoras (algo que no tiene nada que ver con la falta de imaginación que muchos afirman que hay). Todo esto que estoy diciendo se multiplica por dos cuando se trata de resucitar una década tan querida como la de los ochenta. Os confieso que soy muy fan del cine de losback-to-the-future-delorean setenta, pero las cosas como son, los ochenta fueron unos años mucho más simpáticos y amigables, al contrario que la década inmediatamente anterior a ellos, tan siniestra, apocalíptica y pesimista (gracias, Charles Manson, por cargarte el verano del amor). Es comprensible que tantas películas actuales hayan querido impregnarse con esa magia que sólo existió en aquella década excesiva y colorida, aunque sólo sea para arrastrar a las salas de cine a los nostálgicos como yo.

Pero homenajear los años ochenta, y aquí es adonde quería llegar, no es tan fácil como parece. No basta con meter el logo de Amblin al principio y contratar a John Williams para que componga la banda sonora. La cosa va mucho más allá, y ahí es donde la trama se complica.

almost-human-posterRecientemente se han estrenado títulos que, en mayor o menor medida y de forma más o menos sutil, han tratado de devolvernos esa magia ochentera de la que os hablaba antes. Títulos como Super 8, Los Mercenarios, Casi Humanos o, de forma más discreta y elegante, la maravillosa Drive, han basado casi todo su encanto en intentar que el espectador vuelva a sentir lo que sintió con ocho años en el cine viendo Indiana Jones o E.T. De nuevo jugamos con la nostalgia, pero de eso va la cosa, ¿no? No nos asustemos, que ya conocemos las reglas del juego.

Admito que casi todas las películas-homenaje años ochenta que se hacen actualmente me parecen, como poco, divertidas, pero creo que falta algo importante, algo que nadie se atreve a incluir en esos homenajes por una sencilla razón: Ya no estamos en los ochenta.

¿No os habéis dado cuenta de que en esa década valía todo y, generalmente, quedaba bien resuelto por más disparatada que fuese la idea? Me explico, cuando pensamos en el cine de aquella época se nos viene a la cabeza un cine comercial sencillo pero bien planteado y muy bien realizado, y en eso parecen basarse los actuales homenajes, pero se olvidan de una cosa primordial en el cine de los ochenta: El disparate. Ahí teníamos a los Cazafantasmas atrapando espíritus con sus armas de protones y enfrentándose a un gigantesco muñeco comestible con mala leche, a los gremlins reproduciéndose al caerles agua encima, o a Marty McFly viajando en el Indiana-Jones-Postertiempo con un DeLorean que usa basura como combustible. Son disparates que rozan la gilipollez y el cachondeo, como si los hubiesen improvisado sobre la marcha en plena resaca y sin ganas de comerse la cabeza, pero por alguna razón había algo en la mente de los guionistas de aquella época que conseguía hacer que toda esa argamasa de ideas locas estuviesen bien planteadas y bien resueltas, y a nadie le chirriaba ni arrugaba la nariz con cara de asco. En Big, un niño de catorce años se convertía en Tom Hanks tras pedirle un deseo a un muñeco en una feria, ¡y no pasa nada! ¿Por qué? Porque son los ochenta.

El cine-homenaje que se hace actualmente me parece en muchas ocasiones correctísimo, pero cobarde. Nadie se atreve, por mucho que quieran homenajear, a meter gilipolleces del calibre que había en los ochenta. No se atreven porque saben que serían un 196iu1u27gt6pjpghazmerreír y no podrían dar con el tono ni el guionista correcto capaz de convertir una chorrada como un castillo en algo que roce lo coherente y no desentone. Si en un universo alternativo Los Cazafantasmas se hubiesen estrenado hace un año, aún estaríamos partiéndonos de risa, y no con la película precisamente, sino de ella. Pero se hizo en la década apropiada, aprovechando la magia que flotaba en el aire en aquel momento, y por eso es una película extraordinaria.

Parte de los ochenta pueden revivirse hoy en día, pero la parte disparatada y sinsentido está muerta y enterrada. Ésa nunca podrá regresar, y no me preguntéis por qué.

Revivals ochenteros como Super 8 logran transmitir la parte tierna y simpática de la década, pero en esencia no es más que una película de extraterrestres destrozandosuper-8-pelicula-cartel-poster cosas en la tierra y comiéndose a la gente, algo bastante común en el cine. Dentro de lo imposible, plantea una situación más o menos verosímil, lo cual hace fácil estrenar en cines un producto así, pero ya me diréis qué cara pondría actualmente un productor de cine si le enseñasen el guión de Bitelchús o Los Goonies. Sencillamente, en los ochenta había algo que hacía que esas ideas funcionasen, pero a día de hoy son inviables.

No obstante, hace poco pudo vislumbrarse un rayo de luz y esperanza para nosotros, los nostálgicos pajilleros. Contra todo pronóstico y plantando cara a la cobardía que reina en el cine comercial actual, hace unas semanas pudimos ver una película coprotagonizada por un mapache que habla y dispara como un poseso.

Un puñetero mapache.

Ahí están los ochenta, amigos.